La
belleza como una consecuencia de la felicidad. El bienestar interior y
las emociones también son una herramienta para verse mejor. La
neurocosmética desarrolla cremas, lociones y fragancias que generan
sensaciones placenteras, capaces de lucir su efecto en el aspecto y la
salud de nuestra piel.
Es
un secreto a voces: cuando te sentís mejor, estás más linda. La novedad
es que ahora la ciencia ha puesto en práctica este saber popular que
nuestras abuelas ya conocían: “La
relación entre la felicidad y la belleza se estableció como una verdad a
través de los años, ya que la piel refleja las emociones debido a una
cadena de reacciones físicas y químicas que, dirigidas por nuestro
cerebro, afectan a este órgano. La química que produce un momento
placentero, la seguridad de sentirse bien y la sensación de felicidad
van a dar resultados rejuvenecedores en nuestra piel. Este
comportamiento ha sido estudiado por investigadores para encontrar una
fórmula que, atrapada en un producto cosmético, traslade el secreto de
la felicidad a nuestro cuidado diario”, explica la licenciada en Química Paula Schaievitch, de la Asociación Argentina de Químicos Cosméticos y Directora del laboratorio Icono Ciencia y Estética.
Patricia Dermer, licenciada en Química y directora de Lidherma, continúa: “La
neurocosmética reúne productos específicos que pueden conectar los
sentidos con el sistema nervioso central y desde allí modificar el
ánimo. Cuando estos cosméticos se colocan sobre la piel, liberan
endorfinas, consideradas hormonas del bienestar, que repercuten en el
estado de ánimo y este, a su vez, repercute sobre la apariencia”.
El
objeto de estudio de la neurocosmética son los activos que pueden
amplificar o inhibir los efectos de un estímulo sobre el sistema
nervioso. En este sentido, Dermer explica que el sistema nervioso está
íntimamente relacionado con la piel y el olfato: “El
bienestar mental da lugar a la liberación de endorfinas y los
receptores sensitivos se encargan de transferir al sistema nervioso, a
través de neurotransmisores, la información externa, y desde allí
reciben a su vez información que cambia el estado de relajación
(arrugas), el estado inmunológico (resistencia) y otros tantos que
actúan sobre los procesos inflamatorios (manchas), etc”.
Es
un ida y vuelta del cerebro a la piel y de la piel al cerebro. Los
estímulos agradables producen belleza y, por lo tanto, mediante
neurocosméticos de uso tópico se puede modificar su aspecto. En la
actualidad se buscan moléculas con actividad neuromoduladora
que
sean capaces de inhibir la sensibilidad cutánea, el fotoenvejecimiento,
la respuesta cutánea al estrés, el eritema tras la exposición a la
radiación UV, la celulitis, la sudoración excesiva, la secreción sebácea
del acné y la rosácea. “Las emociones influyen
definitivamente en nuestra piel. Desde los rush rojizos tan comunes en
la cara, cuello y pecho, frente a situaciones de tensión, vergüenza o
enojo, hasta las erupciones de acné o picazón sin causa aparente, entre
otras reacciones, son claros ejemplos de ello. Por otra parte, vivir en
armonía tratando de estar atenta a las necesidades de cada uno para
lograrlo, yoga, meditación, deporte, se manifiestan no sólo en una piel
sin problemas sino también en el gesto y en la manera de enfrentar la
vida”
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